Hoy es un día guay para mí. En realidad es un viernes cualquiera y yo, que además odio madrugar porque soy un noctámbulo empedernido, lo he empezado con una visita a mi locódromo a hacerme un análisis de sangre a primera hora de la mañana para lo de siempre, ya sabes, a ver cómo andan mis niveles de litio y qué perrerías están haciendo los medicamentos en mi cuerpo. Pero me da igual, he decidido montarme la celebración hoy, que además empieza el finde y este disfrute no me lo quita nadie.
¿Y qué es lo que celebro? Pues lo que reza el título de esta entrada: mi salida del armario. A ver, sigo siendo heterosexual, me refiero al otro armario, al de la bipolaridad. Si ves la foto que figura en la página, ese soy yo de verdad y no el señor que tenía puesto, que era probablemente más guapo, pero que no era yo. Y me gusta más verme a mí, la verdad, y no por narcisismo, sino porque soy yo el que hace este blog, estoy orgulloso de hacerlo y uno acaba hasta las narices de la clandestinidad, de cualquier clandestinidad.
Las razones por las que he decidido salir del armario son muy simples, pero muy contundentes. Parafraseando a Mark Manson, lo cierto es que finalmente he conseguido que me importe todo una mierda (entiéndeme bien: que lo realmente importante sea lo realmente importante). Ya he conseguido todo lo que deseaba lograr en la vida (aunque pretendo hacer muchas cosas más), he alcanzado un grado de libertad física y mental que me hace sentir de maravilla, cuento con el cariño de la gente que me importa y soy feliz con mi actual profesión de coach con la que ayudo a muchas personas, la mayoría bipolares como tú y yo, para que puedan re-construir su vida y no se den las ostias que yo me he dado por la oscuridad que rodea a nuestra condición y a los trastornos mentales en general.
Pero ojo, no penséis que me he flipado y estoy haciendo esta declaración desde la euforia ni nada semejante. Sigo pensando que la bipolaridad es una puta mierda y, sobre todo, que es un bicho muy peligroso y enormemente traicionero del que no debemos olvidarnos y al que no debemos despreciar jamás. Yo llevo mucho tiempo estable, afortunadamente, pero en gran medida (modestia aparte) es mérito mío porque no le pierdo el respeto ni un minuto al monstruo con el que convivo y, en ese sentido, se podría decir que incluso duermo con un ojo abierto.
Sin embargo, mi salida del armario psiquiátrico, como la de tantos otros, estoy seguro que aportará un granito de arena para que continuemos progresando. Dentro de un armario se está francamente mal, pero se aprende mucho y por mi parte ya es hora de contar lo que sé a quien me quiera escuchar. En primera persona y con luz.
Pero esto no es una llamada a la revolución. Es decir, no te estoy invitando a ti, mi querido bipolar, a que hagas lo mismo que yo, salvo que tus circunstancias se asemejen a las mías. Seguro que ya lo has experimentado, pero si no seguro que imaginas que tu declaración más que una liberación sería probablemente un acto suicida que te serviría tan solo para perder trabajos (o para no conseguirlos), para que te dejen de lado tus amigos o tu pareja y otras maravillas semejantes. Ojalá lo puedas hacer, pero te recomiendo que tomes esa decisión cuando cuentes con la certeza que te permita llevarlo a cabo, porque si no sería como contarle tus planes al enemigo y este enemigo es implacable. Los bipolares necesitamos medicación, no me canso de decirlo, pero más aún necesitamos amor, seguridad y confianza. Esta puta sociedad no te las va a dar gratis, te lo aseguro. Pero te llegará tu momento, no desesperes, y lo disfrutarás tanto como yo ahora disfruto el mío.
Por mi parte, no voy a hacer la menor propaganda de mi salida del armario, pero a pesar de todo sé que hay muchas personas (o unas cuantas al menos) que van a alucinar con ello. «¿Pero tú eres bipolar?» —me preguntarán con los ojos como platos—. Me estoy relamiendo. lo reconozco, ante su previsible estupefacción. Bueno, son pequeños disfrutes que te da la vida.
Tal y como planteas en tu post, estoy sopesando el hacer público en un entorno «controlable» mi condición de bipolar. Pero aún estoy analizando pros/cons de tal decisión.. ¿cuál ha sido tu experiencia tras decidir emprender el viaje «out of the closet»? Un saludo
Hola Eduardo… Soy Marcia López de Costa Rica, por experiencia y como dice el periodista, mejor no lo hagas público porque un famoso hasta la oportunidad de hacer plata con libros, charlas etc, en mi caso… fue muy cruel el manejo que hicieron de mí, y más bien me explotaron, me usaron, hicieron Mobbing Laboral reiteradamente, sabes que eso trae daños colaterales y te malinforman y nadie se hace responsable de los daños, algunas recomendaciones de entendidos es hacerlo con quienes sea importante, tu círculo, jefe, que sepa cómo actuar en una crisis o sepa entender o compaññeros empáticos, hay psiquiatras que no lo recomiendan porque es como señalar al ganado, te estigmatizan, te hacen a un lado, no te creen merecedor de un trabajo, etc, aún con amigos ten cuidado lo que dices y cómo porque pueden llegar a conclusiones erroneas. Busca Fundación Circo Polar en you tube Chile y escucha las charlas de doctores, si puedes intégrate a terapia si estás en Seguridad Social y si las tienen, hay muchas Fundaciones en redes para que te retroalimentes también.
Gracias por tu aportación, Marcia 🙂
Hola, Eduardo.
Pues para serte sincero, como no soy famoso, no creo que a día de hoy se haya enterado casi nadie que no lo supiera ya de mi «salida del armario». Bueno, a nivel público la cosa va a tener una trascendencia algo mayor, espero. Te explico en privado por qué 😉
No obstante, te anticipo que, en mi caso, ese viaje a estas alturas prácticamente carece de peligros, principalmente a causa de mi edad y de mi situación. Tengo sesenta años y trabajo por mi cuenta, por lo que mi riesgo laboral es nulo y personalmente, a estas alturas de mi vida, te puedo asegurar que me importa cero lo que cualquier persona piense de mí.
Sin embargo, ni mucho menos me atrevo a generalizar. De hecho, soy muy consciente del peligro social que tiene el puñetero estigma y considero que para muchos bipolares resulta más rentable no decir que lo son, al menos en el ámbito laboral, porque estoy convencido de que la posibilidad de pérdida del empleo (o, digamos, de no renovación) es demasiado significativa como para no tenerla en cuenta. Hace unos días hablé precisamente con una chica que tiene una carrera brillante y que puede llegar a tener un éxito muy significativo. Hablamos de lo mismo y mi consejo fue contundente: «Yo te recomiendo que no digas nada de momento», —le dije— «y cuando tengas éxito lo sueltas y dejas pegado a todo el mundo. Ten en cuenta que la gente no te va a tratar a ti como a Ángel Martín, Javier Martín o Mai Meneses. Ellos se pueden permitir el lujo de sufrir un trastorno mental y encima vender libros hablando sobre él, pero tú, siendo una desconocida, probablemente dejarías de vender y además probablemente te tacharían de loca o de pobrecita, que es peor». En fin, esa es mi idea. Creo que la sociedad ignora casi todo sobre el TAB y nos mira con ese recelo con el que se mira a la gente rarita o peligrosa. Por supuesto que habrá que ir cambiando eso, pero yo no voy a recomendar a nadie que se inmole por la causa. Bastante tenemos con intentar vivir una vida decente.
Otro caso muy distinto y con el que recomiendo sinceridad total es el que se refiere a la relación con el grupo de los «íntimos», sean quienes sean esos «íntimos» para cada uno, porque ellos van a ser nuestro principal apoyo en los momentos difíciles y nos van a aceptar y a comprender incondicionalmente. Y, por supuestísimo, sinceridad total con la pareja siempre, primero por honestidad y además porque, de lo contrario, como te suceda alguna alteración que no se espere, posiblemente no la entenderá y correrás un serio riesgo de que te abandone.
Creo que no hay que darle armas al enemigo, Eduardo. Por eso considero que es mejor que tratemos de vivir una vida normal que de demostrar que somos normales, porque eso ya lo haremos con nuestros actos. Pero esto no deja de ser una postura personal, cualquier idea distinta o contraria seguro que tiene tanto o más sentido que la mía.
Un abrazo.