Tópicos de las psicosis de un enfermo bipolar
«Todo cambió ese día. Nada fue igual a partir de entonces, aunque en ese momento para nada era consciente de la trascendencia de lo que estaba viviendo».
Parece el comienzo de una novela de aventuras —y en realidad, podría serlo—, si no fuera porque lo que sigue es más bien un relato de desventuras, cuyo título bien podría ser «Cómo arruinarse la vida». ¿De qué estoy hablando? Pues de la narración de un enfermo psicótico real (aunque él no se considera tal, como por otra parte es lógico) sobre lo que pretende ser un «viaje espiritual», y no es otra cosa que la inmersión suicida en su enfermedad, confundiendo la «iluminación» con un estado de enajenación mental.
El narrador de nuestra historia, cuyo anonimato quiero preservar (a pesar de que él no lo hace, pero yo tan solo pretendo mostrar su caso) va desgranando una a una, en un relato de varias páginas, muchas de las ilusiones o delirios psicóticos que muchos hemos sufrido en las fases maníacas del trastorno bipolar y de las que, gracias a Dios, en la mayoría de los casos logramos salir cuando la racionalidad, impulsada por la medicación adecuada, se va imponiendo.
No obstante, es cierto que los estados psicóticos en ocasiones son tan atractivos para el paciente como un viaje psicodélico y a este le resulta muy doloroso volver a la realidad. De hecho, hay quien no puede o no sabe volver, quien se «enamora» de la psicosis y vive colgado de sus visiones e ilusiones, forjando a partir de ellas un trastorno verdaderamente grave.
Este parece ser el caso del autor de nuestro relato. En él recorre la mayoría de los tópicos de las psicosis, unos tópicos que no son en absoluto risibles, como sabemos todos aquellos que hemos sufrido esa experiencia. Su narración constituye un muestrario de asuntos espirituales, más o menos filosóficos o místicos, que podrían anidar en el alma de cualquier persona, pero que en la mente psicótica suelen ocupan un lugar preferencial, resultando a menudo alterada la interpretación de los mismos, que adquieren con frecuencia dimensiones delirantes.
Siguiendo más o menos la línea del relato (los textos en cursiva), resulta fácil, incluso para una persona no avezada en estos asuntos, captar la naturaleza morbosa de los razonamientos expuestos y entrever la enfermedad que se esconde tras estas manifestaciones:
- «Iluminación e interpretaciones místicas»: «me llega una idea a mi mente que me “flashea”». «Vi cómo los acontecimientos obedecían a un movimiento de energías que, parecidas a colores en cuanto a su manera de combinarse, generaban mi realidad y la de todos…». «Pude ver cómo fabricamos nuestros problemas, quejándonos y lamentando nuestra mala suerte al mismo tiempo», «existe una “realidad dirigida”; que lo que te ocurre no es aleatorio. Que Dios no reparte suerte (…). Que a cada uno, en función de sus creencias “firmadas” por sus actos, le son abiertos y cerrados caminos». «Fue muy duro, pero con mi visión de los mecanismos que verdaderamente movían la realidad, supe cómo hacer “desaparecer” aquel tren que se empotraba en mi vida, conmigo por delante, convirtiendo toda esa “mole” en más y más crédito ante mí, las visiones espirituales que me fueron permitidas ver». «¿Qué cambió? Un pequeño detalle… insignificante si se quiere. Una comprensión que se “infiltraba” en todo lo entendido por mí hasta entonces, sin molestarlo… es más, ¡¡lo completaba!! Los acontecimientos no son aleatorios. Suceden según su significación consciencial como si fueran leídos y escritos por el ser mas “completo” del Universo». «Los movimientos de esos entendimientos se te comunican por el sentimiento. Se comunica directamente a tu corazón. No es comunicable con palabras porque esos conceptos son impronunciables». «Sólo contaba con la creencia de que sí era tenido en cuenta por ese Ser que es La Vida. Y la rueda gira en ese convencimiento».
-
Mesianismo: «Esa noche no pude dormir. Me puse a escribir un libro que quería compartir con el Mundo, porque entendía que todos los problemas los generábamos ignorantemente». «Yo veía que eran muy fáciles de arreglar todos los problemas. No había que hacer algo, decía yo; ¡¡sólo había que dejar de hacer ciertas cosas!! Yo quería comunicar al Mundo lo que había visto porque me parecía preciosa la visión y porque me resultaba doloroso que fuera tan tonto el “entuerto”… tan fácil, resolver tanto dolor en el Mundo».
-
Revelaciones: «Y pude adivinar, merced a esta nueva forma de mirar, el deceso de mi asistencia a mi puesto de trabajo». «Tuve la revelación por ese mismo mecanismo, del divorcio de mi pareja y su posterior regreso a mi hogar, sin saber como se produciría…». «Yo, sencillamente sabía que nunca más iba a ir al trabajo, porque las Leyes que había descubierto en aquel momento de luz eran de obligado cumplimiento y ellas eran las que me dejaban fuera de ese “circuito” laboral… No porque yo me negara a asistir. La Vida, sencillamente, me lo iba a alejar de mí sin yo hacer nada por fomentarlo…»
-
Ideas delirantes: «(…) voy a atravesar la esquizofrenia».
-
Actitudes de defensa: «¡Pero si yo estoy bien! ¡Pero si yo cuando estaba mal era antes!». «Quizá a través de él (del psiquiatra), podría hacer comprender a todos que mi cambio había sido en crecimiento personal, de dominio de mí mismo y de mi realidad, en vez de un trastorno como pensaban todos».
-
Abandono de la medicación: «En aquel mismo momento dejé la dura medicación, toda de golpe, sin problema alguno».
-
Aislamiento: «Todo lo que contaba que había descubierto —¡tan bello para mí!— fue interpretado a priori, estoy seguro, como parte de una mente trastornada. Mis ideas se consideraban aberraciones distorsionadas por mi enfermedad, ¡aún antes de haber sido diagnosticada!», «me veía absolutamente solo para defenderme ante el mundo entero completamente sordo y tuerto como lo estaba yo antes de la “redimensionalización” de mi entendimiento. Sabía que tarde o temprano posiblemente él y puede que la mitad de la humanidad también experimentaría ese cambio de consciencia global, pero para entonces… ¡¡qué sería de mí!!…».
-
Recelos: «Cuando mi familia escuchó de mí que no iba a trabajar más, saltaron todas las “alarmas silenciosas”. A mí no me hicieron más señal que la de un hueco “cerco” de silencio. Luego me enteré de que consultaban —primero— y “reclutaban” —después— a mis amigos íntimos para la “operación” que sobre mí se avecinaba sin yo saberlo. Mi hermana mayor quiso ayudarme y lo hizo sin decirme. Tomó la iniciativa de “aconsejarme” una visita —ya decidida por todos— a un supuesto psicólogo que luego resultó psiquiatra». «Muchos de mis conocidos dejaron de saludarme y me volvían la cara cuando se cruzaban conmigo. Incluso algunas mujeres de mis amigos, recogían los niños conforme yo me acercaba… No fue tan sencillo el desarrollo de los acontecimientos de mi futuro, como parecía en aquellos primeros momentos. Mi familia al principio, no sabía como tratarme… ante mí, una sonrisa puesta y darme la razón en todo, aunque luego hicieran sus actos como los tenían pensados». «Los profesionales y gobernantes de esta Sociedad, con su modo superficial de mirar y su falta de tacto y empatía conmigo, sin pretenderlo, estaban provocando en mí lo que todos temían: que me comportara como un psicópata». «Se puso a prueba mi hombría, mi madurez, mi respeto por las personas en situaciones límite y mi capacidad de valoración de las circunstancias. Nunca pasé de gritos diciendo mis verdades».
-
Deterioro psicológico y alcoholismo: «Todo esto, me llevó a emborracharme lo que nunca me había emborrachado, buscando “anestesia” y compañía en alguna taberna de guardia. Las agresiones que sufría como “demente” estando en mis cabales, me generaban agresividad verbal como único desahogo que a ojos de todos era… ¡¡producto de mi enfermedad!! Lo que más me dolía, era lo que se me dibujaba como único destino: la pérdida de mi crédito intelectual… y con él, de toda mi persona. A mí no se me escuchaba. Fui quedándome condenado al silencio».
-
Deterioro familiar: «Mi mujer se divorció como yo ya había previsto en mi visión e hizo una fiesta para celebrar su nueva “etapa”… previo expolio: me dejó las deudas, me quitó el sueldo, me quitó a mi hija argumentando mi enfermedad mental y utilizó a sus hermanos para que me agredieran…».
-
Violencia doméstica: «(…) cansado de intentar de todo para hacer entrar en razón a la que se casó conmigo, tras tres años de agresiones físicas, tirar sillas por encima de la cabeza de mi hija por darme a mí, arrancar las puertas de los armarios en ataques de violencia, estrellarme el móvil contra la pared, rajar los cojines del sillón con un cuchillo…, en una última, le devolví por primera vez, tres guantazos diciendo “…No se le pega a las personas…” en el único lenguaje comprobado que ella entendía después de probarlos absolutamente todos. “No se le pega a las personas”. La tercera vez que yo recuerde, contando las dos de niño, que golpeaba a alguien en toda mi vida».
-
Encarcelación: «por violencia de género».
Hemos visto cómo nuestro protagonista, a partir de una fecha determinada por su enfermedad, comienza a vivir en otro mundo, a alterar sus percepciones, a variar sus comportamientos y a afirmarse en todo ello, entrando en un círculo de aislamiento y destrucción… Creo que a estos pocos párrafos pueden ser ilustrativos de lo desgarradora que puede ser la psicosis y de su capacidad para destrozar una vida. Y de cómo afrontarla mal puede hacer añicos la estructura mental de una persona. Porque si hay un baremo que pueda servir para valorar una enfermedad, cualquier enfermedad, son las consecuencias de todo tipo a las que esta da lugar.
Personalmente, no me cabe duda de que con la atención adecuada la evolución de este enfermo habría sido bien distinta. Ojalá este relato sirva de ejemplo de todo aquello que no se debe hacer, de una vida rota que con los cuidados oportunos se hubiera podido enderezar. Una triste historia que algún día deberá dejar de repetirse.