HACHÍS Y JUVENTUD
Cuando yo era jovencito, el cigarro elaborado con la mezcla de tabaco rubio y hachís se llamaba porro, mai, canuto, peta… Por su parte, las denominaciones que tenía el hachís en España eran chocolate, tate, grifa… y también mierda.
No sé si este último calificativo provendría de su similitud con un producto fecal, del contenido de las vísceras intestinales que servían con frecuencia como vehículo de transporte de la droga o de toda la suciedad que, si uno lo piensa bien, lleva aparejado el tráfico ilegal de esta sustancia. En fin, da igual. Lo cierto es que la denominación, sea como sea, acierta, porque el hachís es realmente una porquería que no ha sido todavía suficientemente bien ponderada. Dado que su carácter adictivo es comparativamente bajo en relación con otras sustancias psicotrópicas y su precio es relativamente asequible, el hachís es una droga socialmente poco conflictiva.
EFECTOS DEL HACHÍS
Estar «colocado» —es decir, hallarse bajo sus efluvios— tiene una serie de efectos físicos y psíquicos, entre los que destacan la sensación de incremento en la percepción visual y auditiva, euforia, aumento del apetito, etc. Según las personas, puede inducir a la sociabilidad, pero también al recogimiento. Junto con estos efectos, se produce una pérdida de la memoria a corto plazo, sequedad bucal, reducción de la capacidad motora, ojos rojos y, a veces, sentimientos de paranoia o ansiedad. Los efectos del hachís comienzan a los pocos minutos de su consumo y duran entre dos y seis horas.
CONSECUENCIAS DEL CONSUMO DE HACHÍS
Pero las consecuencias del consumo de hachís no son tan inocentes: es más que frecuente que bajo los efectos de esta droga se presenten síntomas de desorientación, despersonalización, desorganización cognitiva, paranoia y que sean probables las alucinaciones. Tampoco son raras las taquicardias ni las reacciones de pánico. Por otra parte, hay estudios que indican que el consumo de esta sustancia puede dar lugar a enfermedades mentales graves, como psicosis tóxicas, en las que aparecen síntomas como alucinaciones y delirios graves. Otros estudios (yo lo he podido comprobar en mis carnes), señalan que puede acelerar la aparición de enfermedades psicóticas, entre las que se encuentran la esquizofrenia y, cómo no, el trastorno bipolar.
En resumen, aparte de otros efectos físicos, el consumo de cannabis se ha evaluado en diversos estudios que lo correlacionan con el desarrollo de ansiedad, psicosis y depresión, así como trastornos de pánico. Y el resultado es que, independientemente de la continuidad o no en su consumo, el cannabis aparece como detonante en un alto porcentaje de ataques de pánico sufridos por pacientes que los presentaron por primera vez (se estima un 33%). Por otra parte, los consumidores de hachís con predisposición a los desórdenes psicóticos (dato de muy difícil evaluación a priori) tienen entre un 25% y un 40% más de posibilidades de padecer alguno de estos trastornos.
Por supuesto, hay mucha gente que defiende las presuntas “bondades terapéuticas del hachís” y de la marihuana. Aunque esto es más que discutible (ver el siguiente artículo a propósito del cannabis terapéutico), no tengo intención de entrar en ningún tipo de polémica sobre este asunto. Es más, ni siquiera estoy a favor de prohibir esta droga aunque personalmente me parezca detestable. Solo quiero que se sepa que ese «cigarrito de la risa» del que hablaban los cursis en el siglo pasado tiene, a mi juicio, maldita la gracia. Bajo su aureola de «inocuidad» se esconde una sustancia de gran potencia química que eventualmente puede causar graves daños en nuestra estructura psíquica. Y aunque parece evidente que para que eso ocurra tenemos que presentar una cierta predisposición (en nuestro caso al TAB), no hay que olvidar que es muy difícil valorar de antemano su existencia, por lo que lo más normal es que seamos conscientes de ella después, una vez que el proceso ya sea irreversible. Es más o menos como jugar a la ruleta rusa, así que cada uno verá si le merece la pena el jueguecito.
Me parece acertada tu opinión respecto a esta droga, en general las drogas blandas como esta o el alcohol o las mas duras, no son inocuas y en el caso de personas como nosotros con problemas de la mente no son recomendables y su consumo nos causa problemas. En mi caso consumí alcohol en mi juventud y tuve problemas por este consumo.
Quizá mi post parezca muy radical, pero la verdad es que tan solo pretende ser informativo. De hecho, no hablo del hachís solo porque haya sufrido yo sus consecuencias, sino porque es una evidencia clínica que es un disparador de las psicosis mucho más frecuente de lo que la gente cree. Con el alcohol, por supuesto, ocurre igual, lo que pasa es que se suele aceptar más fácilmente que este pueda alterar la personalidad, mientras que es una creencia común que el hachís o la marihuana son inocuos, lo cual es claramente un error. De hecho, al menos en casos graves, las personas buscar desengancharse del alcohol, pero es infrecuente que lo hagan del hachís, ya que la gran mayoría de sus usuarios cree que este es simplemente algo divertido e incluso beneficioso y lo desmarcan de la cocaína u otras drogas «mayores». Es evidente que no a todo el mundo las sustancias le hacen los mismos efectos ni el mismo daño, pero si uno tiene una predisposición para algún tipo de desequilibrio psicológico (y eso la mayoría de las veces no se sabe a priori) consumiendo este tipo de drogas puede estar jugando con una bomba de relojería.
Gracias y un saludo.