Un millón de personas afectadas por el trastorno bipolar en España
Últimamente he estado pensando en ello y, la verdad, los números me parecen tan escandalosos que me cuesta asimilarlos. Ya sé que lo digo en la presentación de esta página y además mis datos provienen de varias fuentes que estimo razonablemente fiables, pero ¿realmente hay un millón de personas afectadas por el trastorno bipolar en España? Resulta difícil de creer. Somos casi tantos como un partido político y, desde luego, como un ejército, aunque en la práctica lo que somos más bien es una especie de epidemia silenciosa.
La pregunta es obligada: y si realmente somos tantos, ¿cómo es que no se nos ve? En realidad, la respuesta no es demasiado compleja, o eso me parece. Y es que es cierto que somos muchos, pero por desgracia también son muchos los que sufren otros trastornos mentales, algunos de los cuales son tan relevantes e invisibles como el nuestro o más y con los que «socialmente» tenemos que «competir». Y ya sabemos que el espacio periodístico es limitado y está sujeto a modas y otros factores que, a menudo, responden a intereses de dudosa legitimidad.
Nunca me cansaré de señalar la importancia del trastorno bipolar y su terrible incidencia sobre las vidas de muchos de nosotros. Creo que para los que lo sufrimos y para nuestros familiares esto es obvio. Pero también es cierto que no habría nada más estúpido por nuestra parte que sentirnos el ombligo del mundo. Solo ciñéndonos a las enfermedades mentales, hay otras que merecen tanta atención como la nuestra y es justo reconocer que a menudo no la reciben, ello a pesar de que también afectan a un número muy importante de casos.
Aunque no es mi propósito hacer un estudio al respecto y, por tanto, mis datos son tan solo aproximados, creo que son suficientemente significativos para dar una idea de la incidencia de las enfermedades mentales de las que estoy hablando y su relación numérica con el trastorno bipolar:
Por ejemplo, si consideramos que el trastorno bipolar tiene una incidencia en la población del 2%, nos encontramos con que también la esquizofrenia afecta aproximadamente a otro 2%. En relación con esta enfermedad, la situación es todavía más cruda que la nuestra, puesto que esta última generalmente es de mucho peor pronóstico y de muy difícil o imposible curación en la actualidad y cuenta además con un estigma social aún más contundente que el del trastorno bipolar, basado en graves deficiencias y distorsiones a nivel informativo que sustentan todavía unos prejuicios verdaderamente crueles y, con frecuencia, absurdos.
En esta línea que podría también rondar el 2% de incidencia, encontramos el ámbito de las demencias, con el alzhéimer como buque insignia de este grupo de trastornos. Es este un tema que, independientemente de su gravedad, está «de moda» y cada vez lo estará más, ya que se halla estrechamente unido al miedo de la población y, por lo tanto, la atención que recibe es proporcional a este. Al cumplir el «requisito» básico para contraer el alzhéimer, que no es otro que envejecer, gran parte de la sociedad se percibe como potencial víctima futura de estas enfermedades.
También juegan un papel significativo otros trastornos neurológicos y neuropsiquiátricos, los trastornos por abuso de drogas o alcohol, la epilepsia y otros trastornos diversos.
Es fundamental hacer un aparte sobre la incidencia de la depresión mayor y su importancia en el conjunto de las enfermedades mentales, que podría alcanzar quizás cifras cercanas al 10%. Fuera del espectro del trastorno bipolar, es aquí donde la depresión juega su papel más relevante y, aunque se trata de una enfermedad con una farmacopea muy desarrollada y, a mi juicio, con una estigmatización mucho menor que los trastornos del espectro psicótico, es evidente que nos encontramos ante una patología muy dolorosa y que hoy en día hace sufrir a un segmento de la población verdaderamente importante.
Después de esta breve exposición, veo cómo se confirman mis intuiciones, expuestas al principio de este post. A pesar de la gran incidencia social y la importancia intrínseca que tiene el trastorno bipolar, tiene que competir en visibilidad con un buen número de enfermedades igual o más graves y con una incidencia parecida o incluso mayor. Por otra parte, a pesar de los grandes avances que se han producido en la psiquiatría y en las ciencias afines desde mediados del siglo pasado, lo cierto es que no se sabe tanto, al menos a nivel popular, sobre muchos de estos trastornos, lo que hace que se mantenga su estigma.
Y entonces, ante este panorama, ¿qué podemos hacer nosotros los bipolares? Pues yo creo que lo que ya muchos estamos haciendo: «salir del armario», conocernos, intercambiar nuestras experiencias… todo aquello que ayude a normalizar nuestra vida y la de los que nos rodean. A mí me parece una tarea emocionante. ¿Te apuntas?