¿Qué pasa con los sanatorios psiquiátricos?

Los ingresos en un sanatorio mental son una experiencia compleja y, en muchos casos, desafiante para quienes se ven obligados a atravesarla. A menudo, estas instituciones se convierten en un último recurso temporal o permanente para aquellos que luchan contra trastornos mentales graves, y aunque tienen un propósito noble de brindar atención y apoyo, la realidad puede ser muy distinta de lo que se espera.

Una de las preocupaciones más notables respecto a los sanatorios mentales es la actitud del personal hacia los pacientes. Muchos pacientes han informado de un trato despectivo y frío por parte de los cuidadores, lo que genera una sensación de que los pacientes son una carga, como si se tratara de clientes pesados. En algunos casos, el trato puede llegar a ser cruel, marcado por despotismo y con total falta de empatía hacia la difícil situación de los enfermos. Esto se refleja en los aspectos cotidianos, como el tiempo asignado para las duchas, la impersonalidad de las órdenes y la falta de consideración hacia las necesidades individuales de los pacientes.

En gran medida, el trabajo en los sanatorios mentales recae en los auxiliares, que son los trabajadores con menor cualificación. Los enfermeros son menos visibles, y los psiquiatras a menudo parecen estar prácticamente ausentes en la vida cotidiana de los pacientes. Esta falta de interacción directa con los profesionales médicos puede ser frustrante y desalentadora para los pacientes, que a menudo se sienten abandonados.

Un aspecto preocupante de muchos sanatorios mentales es la falta de un sistema de triaje para clasificar a los enfermos. Esto significa que en la misma unidad pueden convivir pacientes con diferentes trastornos, como bipolaridad, esquizofrenia, depresión, adicciones… Esta falta de especialización en la atención puede tener consecuencias negativas en el proceso de recuperación de los pacientes.

Sin embargo, no todo es sombrío en estos entornos. Siempre hay personal que muestra humanidad y conciencia constante de las necesidades de los pacientes. Estos individuos brindan un trato más cálido y empático, lo que puede marcar una gran diferencia en la experiencia de los pacientes. A pesar de ello, la falta de una atención más generalizada y la percepción de que algunos empleados simplemente están cumpliendo su jornada laboral sin involucrarse plenamente en la atención de los pacientes son problemas persistentes.

Un aspecto que contribuye a la sensación de despersonalización es el trato infantil que a menudo reciben los pacientes. A pesar de que muchos de ellos pueden tener facultades temporalmente mermadas debido a la medicación, ello no justifica un trato condescendiente. La pérdida de autonomía y el sentido de ser tratados como discapacitados pueden ser emocionalmente perjudiciales para los pacientes.

Otro aspecto que debe abordarse es la sensación de que un hospital psiquiátrico se asemeja en cierta medida a una prisión. Una vez que un paciente ingresa, su capacidad de salir está en en la práctica anulada hasta que recibe el alta. Se toman medidas que incluyen la incautación temporal de pertenencias potencialmente peligrosas o distractoras, el aislamiento y un régimen de comidas y horarios estrictos. Por otra parte, la baja calidad de las comidas es una preocupación adicional que afecta la calidad de vida en estas instituciones.

Es importante destacar que los ingresos hospitalarios en sanatorios mentales son a veces necesarios y beneficiosos en casos de trastornos mentales graves. Sin embargo, la experiencia de los pacientes podría mejorarse significativamente mediante una mayor humanización en el trato, una mayor atención a las necesidades individuales y una mejora en la calidad del servicio. Especialmente los hospitales privados, en virtud del alto coste de sus prestaciones, deberían ofrecer un modelo a seguir en la atención de la salud mental, centrándose en la dignidad y el bienestar de los pacientes.

En última instancia, es preciso considerar que la experiencia de un ingreso en un sanatorio mental deja una huella profunda en la vida de los pacientes. A menudo se convierte en un recuerdo triste y queda una sensación de que el hospital es un lugar carcelario y oscuro —aunque en realidad la luz sea natural o artificial es un elemento que nunca falta— al que uno teme siempre volver. Por eso, la atención y el respeto hacia los pacientes son aspectos esenciales que deben abordarse en la búsqueda de una atención de salud mental más efectiva y humanizada.

Lo que he descrito en estas líneas es, como todo el contenido de este blog, una opinión personal. Me gustaría recibir comentarios de otros pacientes y, sobre todo, de sanitarios al respecto. Quizá entre todos consigamos mejorar una situación que, a día de hoy, sigue siendo muy susceptible de mejora.

 

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